Me llamo María José Muñumel o como muchos me conoceréis María José del Alaska. No es raro y he aprendido a convivir con este apellido heredado por el paso del tiempo y que no viene en mi DNI. Y es que la Plaza de San Lorenzo también lo ha adquirido, ¿quién no ha quedado alguna vez con sus amigos en la Plaza del Alaska?

Es una historia que comenzaron mis abuelos allá por 1940 y dejaron como legado a mis padres en el año 1966. Ellos fueron los impulsores de un negocio que salió de un pequeño bar para convertirse en 1968 en el restaurante que hoy en día conocéis. Se formó al adquirir la planta de arriba de un edificio que es historia de San Lorenzo de El Escorial.

Siendo una de las primeras terrazas de nuestro municipio, las copas de los castaños de indias que sirven de cielo y sombrilla de la plaza, evocan multitud de momentos en torno a celebraciones populares como San Antón y otras que tocan más el corazón, como el espectacular bufet que se montaba en los veranos en la plaza que servía de lugar de unión y confraternización de los que vivían aquí todo el año y de los visitantes estivales.

La tradición familiar ha sido la seña de identidad de nuestro restaurante. Y digo nuestro porque aunque actualmente me encargo de la regencia junto a Nano, mi marido y mis hijos, mis hermanos siempre han sido una parte muy importante. Recuerdo a Enrique sirviendo las cañas perfectas, a Chus con su sonrisa que la acompaña siempre y a Javi dando sus primeros pasos para convertirse en un empresario de éxito.

Tras el vértigo inicial de los comienzos, tomo las riendas en el año 2007. Épocas complejas hemos pasado desde entonces con las crisis económicas y la reciente pandemia, pero siempre con el trabajo y la atención al cliente como guía principal. A día de hoy, empleamos entre fijos y temporales, a aproximadamente 15 personas.

Cocina tradicional como judiones de La Granja con matanza o la sopa castellana, asados de cordero y cochinillo o guisos como rabo de toro se funden con cocina actual como tartar de atún rojo, hamburguesa Alaska, como no podía ser de otra manera, el foie templado con setas y cebolla caramelizada y la pata de pulpo a la gallega con puré de patata. El objetivo: que sigas viviendo una experiencia de 1940 a día de hoy.